¡¡QUE VIVA EL VINO!!
La ecuación salud y vino tiene un larguísimo recorrido histórico.
Ya los sumerios dejaron constancia arqueológica en una tablilla de arcilla (2200 aC) que el vino era un excelente medicamento contra la tos si se mezclaba con miel.
Por su parte, varios papiros egipcios (2000-1500 aC) también le atribuyen usos medicinales; igual que el griego Hipócrates, quien lo recomienda como “alimento diurético y bálsamo para las heridas”. Galeno y Plinio el Viejo van más allá, y ven en el destilado de vides “una medicina para el cuerpo y para el alma”.
Los romanos lo emplearon, a través de sus legiones, como antiséptico y potabilizador de agua.
El sabio musulmán Avicena lo ensalzó como “excelente preparado natural” allá por el siglo X, a pesar de su prohibición coránica.
No cabe duda de las ventajas del elixir de Baco, sobre todo si se toma con moderación. Así, en los últimos siglos, los estudios científicos realizados confirman una evidencia incuestionable.
Varios datos al respecto:
1) en 1786, el médico inglés William Heberden comentó el efecto antianginoso del vino;
2) en 1819, el irlandés pionero de la cardiología Samuel Black notó el bajo nivel de angor (angina de pecho) en los franceses con respecto a los irlandeses;
3) en 1904, R.C. Cabot, patólogo bostoniano, determinó que el consumo de vino reducía la arterioesclerosis;
4) en 1979, el escocés Archi Cochrane demostró que se aprecia menor riesgo cardiovascular en los países consumidores de vino que en los de otros alcoholes;
y 5) la llamada paradoja francesa del vino, fenómeno descrito en 1990 por Curtis Ellison y Serge Renaud, quienes demostraron que la mortalidad cardiovascular en el país vecino era menor pese al alto nivel de colesterol (grasas) de su población.
Si estos cinco apuntes nos confirman que beber vino moderadamente es ideal para mejorar nuestra salud, estudios más recientes nos hablan que gracias al vino se reduce un 30% la mortalidad por problemas cardiovasculares, un 25% de los de cáncer, además de preveer el Alzheimer y el Parkinson y de reducir el riesgo de diabetes.
También, en el relevante y reciente estudio de 2008 EPIC-Norfolk prospective Population Study, efectuado entre 20.224 personas de 45 a 79 años, se confirma que la ingesta de 14 tomas semanales de alcohol (vino), unidas a 30 minutos de ejercicio diario, 5 raciones de fruta y verdura al día y la abstención total de tabaco aumentan la esperanza de vida en 14 años. Esta mayor longevidad se debe, en lo que respecta al vino, al resveratrol, un antibiótico natural que produce la uva para defenderse de la micosis y que es como mano de santo para el ser humano si lo ingiere a un ritmo de una o dos copas de vino (mejor tinto) diarias.
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